¿A dónde va la grasa que perdemos cuando bajamos de peso?






Recientemente el investigador Ruben Meerman encuestó a 150 médicos, dietistas y entrenadores personales que comparten una laguna en sus conocimientos sobre la grasa. ¿Cómo desaparece realmente un kilo de grasa de la báscula? La respuesta más común, y errada, fue que la grasa se convierte en energía, pero tal como señala el investigador el problema de esta teoría es que viola la ley de la conservación de la materia, a la que están sujetas todas las reacciones químicas. 

Otra parte de los encuestados, consideró que la grasa se convierte en músculo, cosa que es imposible, mientras que otros asumen que la grasa escapa a través del colon cada vez que evacuamos. Sólo tres de los 150 encuestados acertaron a la respuesta, con lo que 98% de los profesionales no pudieron explicar cómo funciona la pérdida de peso. 

Meerman explica que, si la grasa no se vuelve energía, ni músculo, ni se va al retrete, la realidad es que se convierte en dióxido de carbono y agua. La teoría explica que exhalamos dióxido de carbono y que el agua se mezcla en nuestra circulación hasta que la perdemos como sudor u orina. De esta forma, si una persona pierde cinco kilogramos de grasa, casi 4 de ellos saldrán por los pulmones con la respiración, y el kilogramo restante se convertirá en agua: casi todo el peso que perdemos se exhala. 

Meerman destaca que esto nos sorprende a casi todos, pero que, en realidad, casi todo lo que comemos sale más tarde a través de los pulmones. Dice que cada carbohidrato que se digiere y casi todas las grasas se convierten en dióxido de carbono y agua, lo mismo que pasa con el alcohol. Por su parte, las proteínas comparten el mismo destino a excepción de la parte que se convierte en urea y otros sólidos que se excretan en forma de orina. 

La fibra dietética sería lo único que llega al colon sin digerirse e intacto. Todo lo demás que se ingiere, se absorbe al torrente sanguíneo y los órganos y no va a ningún lado sino hasta que ha sido vaporizado. 

Mientras que en la escuela se ha aprendido que “la energía que entra es igual a la que sale”, de modo que la cantidad total de energía nunca cambia, esa energía sigue siendo confusa para los profesionales de la salud y científicos que estudian la obesidad. 

Meerman detalla que la razón por la que ganamos o perdemos peso es mucho menos misteriosa si se hace un seguimiento de todos los kilogramos y no sólo de las calorías. De acuerdo con cifras gubernamentales de Estados Unidos, los habitantes de ese país consumen un promedio de 3.55 kilogramos de alimentos y bebidas todos los días. De ello, 430 gramos son macronutrientes sólidos, 17 gramos son fibra y los 3.11 kilogramos restantes son agua. 

Pero, además, los seres humanos inhalamos más de 660 gramos de oxígeno al día, y Meerman afirma que esta cifra es igualmente importante para la cintura. Si el cuerpo humano recibe 3.55 kilogramos de agua y comida más la cantidad de oxígeno, entonces 4.2 kilogramos tienen que salir o de otra forma se aumentará de peso. Además, si se espera perder peso la razón sería que tienen que salir más de 4.1 kilogramos de eso que ingerimos. 

De esta forma, los 430 gramos de carbohidratos, grasas, proteínas y alcohol que la mayoría de estadounidenses consumen todos los días, producen exactamente 770 gramos de dióxido de carbono más 290 gramos de agua, y aproximadamente 31 gramos de urea y otros sólidos excretados como orina. 

Por ejemplo, una persona de 75 kilogramos de peso, produce aproximadamente 590 gramos de dióxido de carbono por día cuando su cuerpo está en inactivo, lo que se conoce como tasa metabólica en reposo. Ninguna pastilla aumentaría esa cifra a pesar de la información ampliamente extendida de productos que afirman que podrían lograrlo. 

La buena noticia, señala Meerman es que exhalamos alrededor de 200 gramos de dióxido de carbono mientras estamos dormidos por las noches, por lo que, si hiciéramos ejercicio habríamos exhalado casi una cuarta parte de nuestro objetivo diario incluso antes de levantarnos de cama. 

La mala noticia es que, como apunta Meerman, no podemos perder peso simplemente al respirar. Si bien la grasa se convierte en gran parte en dióxido de carbono, respirar más e incluso resoplar no ayudaría en nada, sino que solo provocaría hiperventilación y en consecuencia mareos o desmayos. De ahí la importancia de hacer ejercicio: la única forma de aumentar la cantidad de dióxido de carbono que el cuerpo produce es mover los músculos. 

Meerman celebra que el simple hecho de ponerse de pie y vestirse duplica la tasa metabólica, lo que implica que, si nos probáramos todas las prendas de nuestro armario durante 24 horas, exhalaríamos más de mil 200 gramos de dióxido de carbono. Salir a caminar, cocinar, aspirar o hasta barrer triplica las tasas metabólicas. 

Al final, la recomendación de Meerman quien es investigador en la Universidad de Gales del Sur y autor del libro Mitos sobre la grasa: cuando pierdes peso ¿a dónde se va la grasa?, es que para perder grasa se debe hacer ejercicio, al metabolizar la grasa, aún sin importar lo que comamos. Cualquier dieta que suministre menos “combustible” del que quemamos, serviría.